Cómo logré huir de las pasiones juveniles

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Cuando era niña, Patricia atendía a la iglesia de Dios en calle 16 Río Abajo, pero sus padres se fueron a otra iglesia.

A los 7 años estando en aquella otra iglesia se bautizó.  Ella manifiesta que entendía que Cristo había muerto y resucitado y que mediante aquel sacrificio ella lo aceptó como su Salvador.

A los 12 años ya era maestra de la escuela dominical. Sus estudiantes tenían entre 5 y 7 años, pero ella, recuerda que siempre tenía un amor hacia Dios y un corazón tierno hacia Dios.

Llegaron los días de su adolescencia, y se encontró con muchas preguntas y respuestas en su interior y tristemente, dejó al Señor.

Por aquellos días, Patricia tenía muchas dificultades en su casa, razón por el cual fue a vivir con un familiar que vivía cerca del templo donde asistía.

Fue así como volvía a relacionarse con la iglesia, sin embargo, para ese entonces ya tenía un novio.

Pero ella en su mente no entendía cómo podía estar con su novio y a la vez vivir para Dios, así es que decidió terminar la relación de noviazgo.

Un día, su novio le pidió que se vieran el fin de semana, ya que él tenía problemas y necesitaba su consejo.

Llegó el momento de salir con su novio, sin embargo, al regresar esa noche, ella estaba sumamente apenada diciendo que vendría un rayo sobre ella, sin embargo, él estaba muy feliz.

Dentro de sí ella decía “Dios mío: yo no te merezco, pero si tú me puedes perdonar y salvar, te prometo que te serviré para el resto de mi vida”.

Al llegar a casa, le dijo a su familiar: “ese muchacho y yo terminamos”.

Su familiar le dijo: “Si tu eres tan tonta, y vas a dejar una oportunidad así, que se regresara a la casa de sus padres”.

La siguiente mañana, ella fue para la iglesia y entrego su vida al Señor de una forma genuina, y le dijo que viviría para él.

Le dijo a Dios que si nunca le daba un esposo, que ella le prometía vivir para él por el resto de sus días.

Para afirmarse en Dios, ella seguía yendo a la congregación de Rio abajo calle 16, sin embargo más tarde, comenzó a asistir a la iglesia de Dios en Don Bosco, porque era más cercano a donde residía.

Logró mantenerse salva gracias a que se mantuvo en medio de la comunión con el pueblo de Dios.  Ella amaba a la congregación y decidió quedarse allí. Los domingos era maestra de escuela dominical y durante otros días, ayudaba a las hermanas a aprender a leer.

A pesar que su vida se centró en servir a Dios, le escribió a su hermano en Minnesota para ver si la podía ayudar, ya que en Panamá no había mucho futuro.

Cuando sus documentos para ir a Estados Unidos fueron aprobados, ella no quería irse, ya que temía apartarse de Dios allá, como le había ocurrido a varios jóvenes que conocía.

Sin embargo, al llegar a los Estados Unidos obtuvo un buen empleo en Minnesota, aunque no podía congregarse con los hermanos de la iglesia de Dios.

Por tal motivo, renunció al buen trabajo que había conseguido en un hogar de ancianos en Minnesota, para ir a Nueva York a donde obtuvo un trabajo limpiando casas de familias; sin embargo, estaba cerca de los hermanos de la iglesia de Dios, y pudo mantener su salvación.