Episodio –Libro “Experiencias Personales del Hno. S.O. Susag” 

En uno de los “camp meetings” en St. Paul Park, mientras regresaba del culto de bautismo que habíamos tenido en el río, vi a una jovencita al otro lado de la calle, que andaba con muletas, y una de sus piernas, al parecer, solo colgaba inútilmente. 

Sentí compasión por ella, y crucé la calle para hablarle. Le pregunte si se había lastimado o si había sufrido un accidente.

Ella no respondió palabra alguna. Le dije: “No me tengas miedo. Soy un ministro; me da tristeza ver tu condición y ansío saber cuál es tu problema.”

Entonces la joven dijo: “Tengo tuberculosis en la pierna; tiene siete agujeros. Acabo de salir del hospital de Saint Paul. Me dicen que no pueden hacer nada por mí”.

Le dije: “Qué lástima, me da tristeza tu condición”.

Luego le pregunté si era cristiana; se quebrantó y empezó a llorar. “De veras que es una lástima —le dije—una jovencita en esa condición y aún no es cristiana”.

Entonces le dije mirando hacia los predios donde realizábamos las reuniones: ¿Ves la carpa que está al otro lado? Estamos teniendo cultos allí, y si vienes al culto esta noche y eres salva, Dios te sanará”. Entonces ella se fue, y yo me dirigí hacia la carpa. 

La joven asistió al culto esa noche, y cuando se hizo el llamado al altar, pasó al frente para ser salva.

Cuando hubo terminado la ministración en el altar, ella permaneció allí de rodillas. El hermano C. H. Tubbs la había estado instruyendo, y le dijo: “Ahora puedes irte a sentar”. Pero ella me señaló, y dijo: “Ese hombre me dijo que, si era salva, también podría ser sanada”.

El hermano Tubbs dijo: “Está bien”, y tomó el aceite y dejó caer una gota en la frente de ella. Ella soltó las muletas y salió corriendo por los pasillos antes que pudiésemos orar por ella, pero al parecer, la pierna no mantuvo fuerza. Así regreso al altar y oramos por ella, pero aún no podía usar la pierna.

La madre de la joven estaba presente. Vivían en St. Paul, y como la estación de tren quedaba a cierta distancia, y faltaba poco tiempo para que el tren partiese, la madre le dijo a la joven: “toma tus muletas y vámonos”.

Pero la joven respondió: “Madre, nunca volveré a tocar esas muletas”. – “Pero si no puedes caminar,” ¿Qué vas a hacer?”. Dos jovencitas la ayudaron a llegar a la estación y su madre llevó las muletas.

Dos meses después del “camp meeting”, fui a St. Paul Park y me encontré con esta misma joven, la hermana de Davis, que llegó caminando hacia mí, tan ágil como cualquiera otra joven.

Le pregunté: “¿Cuándo fuiste sanada y comenzaste a caminar?” Ella respondió; “¡Cuando llegamos a St. Paul me levanté y caminé hacia la casa y estaba bien!”. 

Hay cosas, personas y situaciones a las que Dios nos dice, si quieres ser salvo y libre de todo pecado, si quieres seguir siendo salvo de verdad, si quieres ser santificado, que siempre te gobierne y viva en tu corazón eternamente, debes determinarte a decir, “No lo voy a tocar nunca jamás”.

¿Qué es lo que Él te pide hoy? Si lo quieres de verdad, tienes que saber que habrá sacrificios que hacer, y así como esta joven, tuvo la ayuda de las jovencitas, Dios siempre mandará su ayuda para asegurarse de que no vuelvas a tocar eso o aquello que te afecta, que te mantiene alejado de Él, que te hace pecar, que te mantiene con desánimos y pesares.

Toma la decisión hoy de NO TOCARLO. Ella (la joven) se atrevió a no tocar las muletas, aunque no se sentía recobrada del todo aún, pero tomó un poco de tiempo. Dios quería ver si ella realmente había sido salva o si solo era por interés de ser sanada.

Después de esto, Él completó el trabajo y la sanó por completo. Dios es fiel, y no hay nada, ni nadie que Él te diga ¡Suéltalo! y no será para tu crecimiento espiritual.

Él desea que nos acerquemos más a Él cada día, que seamos más como Él, pero la decisión está en ti. ¿Qué harás?.