¿Qué dice la Biblia sobre el matrimonio? En un mundo donde las instituciones humanas fluctúan, el matrimonio ha resistido la prueba del tiempo como una estructura sagrada y atemporal. Más que una simple unión, es una institución divina, establecida con un propósito profundo y un diseño perfecto.

Imagínese una entidad tan poderosa que su existencia misma es una bendición divina. Esta institución ha sido recomendada para el bien de la humanidad y adornada con un honor inigualable. A lo largo de este artículo, exploraremos cómo el matrimonio ha sido sancionado y embellecido desde tiempos inmemoriales.

Descubriremos que prohibir el matrimonio no es solo un error, sino una desviación de la verdad. Según la Biblia, el matrimonio es la unión de un solo esposo y una sola esposa, destinada a durar toda la vida, indisoluble por cualquier tribunal humano.

Veremos las obligaciones y responsabilidades del matrimonio, así como las bendiciones que trae consigo. Unidos como una sola carne, los esposos y esposas están llamados a vivir vidas de amor, respeto y templanza. Los frutos de esta unión, los hijos, son una herencia preciosa, y el amor y honor entre marido y mujer reflejan una relación tanto terrenal como espiritual.

En este viaje, seremos testigos de cómo los buenos esposos y esposas se convierten en bendiciones mutuas, elevando su unión a niveles sublimes de felicidad y realización.

Prepárese para descubrir qué dice la Biblia sobre el matrimonio, apreciar su belleza y profundidad, y ser cautivado por la grandeza de esta institución divina.

I. El matrimonio es una institución divina

  1. Dios lo instituyó: en su infinita sabiduría, el creador instituyó el matrimonio para proporcionar compañía y ayuda adecuada al hombre, creando a la mujer a partir del hombre y estableciendo así la unidad matrimonial.

    Génesis 2:18 y 24. Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.
    Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

    I Corintios 11:9. Y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.

  2. Dios lo recomendó: Dios no solo instituyó el matrimonio, sino que lo recomendó como un bien supremo y una manifestación de Su favor, destacando la virtud de encontrar una esposa y la bendición de una mujer prudente.

    Génesis 2:18. Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.

    Proverbios 18:22. El que halla esposa halla el bien, Y alcanza la benevolencia de Jehová.

    Proverbios 19:14. La casa y las riquezas son herencia de los padres; Mas de Jehová la mujer prudente.

  3. Dios está en él: Jesucristo mismo reafirma la santidad del matrimonio como una unión indivisible, establecida por Dios desde el principio de la creación.

    Mateo 19:4-6. El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,
    Y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

  4. Es honorable en todo: la Escritura proclama que el matrimonio debe ser honrado por todos y que la pureza del lecho matrimonial debe ser mantenida, advirtiendo sobre el juicio divino a los fornicarios y adúlteros.

    Hebreos 13:4. Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.

  5. Pablo lo aconsejó: el apóstol Pablo aconseja a las viudas jóvenes que se casen y asuman responsabilidades familiares, para así evitar cualquier oportunidad de crítica por parte del adversario.

    I Timoteo 5:14: Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia.

  6. Cristo lo adornó y embelleció con su presencia en una boda: la presencia de Jesús en las bodas de Caná, junto con su madre y sus discípulos, embelleció y honró la ceremonia matrimonial, subrayando la importancia y santidad de este vínculo.

    Juan 2:1-2. Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.

II. Prohibir el matrimonio es una doctrina de demonios

I Timoteo 4:1-3. Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios.
Por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia. Prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.

El apóstol Pablo advierte sobre los tiempos venideros en los cuales algunos se apartarán de la fe, siguiendo enseñanzas falsas y demoníacas. Entre estas enseñanzas, se menciona la prohibición del matrimonio y la abstención de ciertos alimentos, prácticas que contradicen la creación y las bendiciones de Dios. Estas doctrinas se originan de conciencias cauterizadas y mentiras hipócritas, desviando a los creyentes de la verdad revelada.

III. Dios aprueba solo un esposo y una esposa

Génesis 2:24. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

Mateo 19:3-6. Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?
Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo.
Y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

Dios estableció el matrimonio como la unión sagrada entre un hombre y una mujer, formando una sola carne. Este principio se reafirma en el Nuevo Testamento, donde Jesús recuerda a los fariseos que el diseño original de Dios para el matrimonio es la monogamia, un vínculo indisoluble que no debe ser separado por el hombre. Esta unidad es una expresión de la voluntad divina y refleja el compromiso y la fidelidad que Dios espera de los esposos.

IV. La obligación vinculante del matrimonio

  1. El esposo y la esposa están unidos de por vida: Romanos 7:2. Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.

    I Corintios 7:39. La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.

    En el contexto de la doctrina cristiana, el matrimonio es un vínculo permanente y sagrado. La unión matrimonial, según la enseñanza bíblica, está destinada a durar toda la vida, a menos que la muerte de uno de los cónyuges libere a la otra parte de esta unión. Esto subraya la seriedad y el compromiso inherente al estado matrimonial.

    Ningún tribunal humano debe romper el vínculo matrimonial: Mateo 19:6. Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

    Solo la muerte rompe la relación matrimonial: Romanos 7:2-3. Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.
    Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. 

    Solo la muerte rompe la relación matrimonial

    La permanencia del matrimonio es una característica central de su naturaleza, conforme a la ley divina. La única circunstancia que libera a un cónyuge de sus votos matrimoniales es la muerte del otro. Este principio resalta la exclusividad y el compromiso vitalicio del matrimonio, en el cual la fidelidad y la lealtad son esenciales hasta que la muerte los separe.

  2. Ya no son dos – no deben vivir separados – no deben vivir una vida de celibato, pues tal vida y enseñanzas son contrarias a la Escritura: la unión matrimonial implica que los cónyuges ya no son dos individuos separados, sino una sola entidad en cuerpo y espíritu. Viven juntos en una relación íntima y exclusiva que no permite la separación ni el celibato, ya que estas condiciones contradicen los preceptos bíblicos.

    El lecho matrimonial es sin mancha: Hebreos 13:4. Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.

    La pureza y la honra del matrimonio se reflejan en la intimidad conyugal, que es considerada inmaculada cuando se mantiene dentro del matrimonio. Este principio resalta la santidad del vínculo matrimonial y la importancia de la fidelidad entre los cónyuges.

    Son una sola carne: Mateo 19:4-6. Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo.
    Y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?
    Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.

    Efesios 5:31: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.

    La unión marital trasciende la individualidad de los esposos, convirtiéndolos en una sola entidad física y espiritual. Esta unidad es un reflejo del designio divino y debe ser mantenida inviolable.

    Hay un uso natural de la mujer que no es lujuria: Romanos 1:27. Y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.

    La relación natural entre hombre y mujer dentro del matrimonio es vista como adecuada y no como lujuria, destacando la distinción entre la intimidad conyugal legítima y los actos considerados inmorales.

    No deben defraudarse el uno al otro: I Corintios 7:2-5. Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido.
    El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido.
    La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer.
    No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. 

     La reciprocidad y el deber conyugal son esenciales en el matrimonio. Los cónyuges deben satisfacer las necesidades del otro, evitando así la tentación y promoviendo la unidad y la armonía dentro de la relación matrimonial.

    Deben vivir con templanza: I Corintios 9:25-27. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.
    Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire,
    Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.

    La disciplina y la moderación son virtudes necesarias para mantener la integridad del matrimonio. Los cónyuges deben ejercer autocontrol y vivir con templanza, asegurando que su relación se mantenga firme y honorable ante los ojos de Dios. 

  3. El fruto del matrimonio son los hijos. Génesis 1:28. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

    La procreación y la crianza de hijos son presentadas como una bendición y un mandato divino. Los hijos son una herencia del Señor, contribuyendo al cumplimiento del propósito de Dios de poblar y administrar la tierra.

    I Timoteo 5:14. Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia.

    Se enfatiza la importancia del matrimonio y la maternidad, alentando a las viudas jóvenes a contraer matrimonio, criar hijos y manejar el hogar de manera que eviten cualquier reproche. 

    El fruto del matrimonio son los hijos.

    Salmos 127:3-5. He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre.
    Como saetas en mano del valiente, Así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; No será avergonzado Cuando hablare con los enemigos en la puerta. 

    Los hijos son descritos como una valiosa herencia y fuente de fortaleza y honor para los padres, comparándolos con flechas en manos de un guerrero, proporcionando apoyo y defensa a la familia.

    Salmos 128:1-6. Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, Que anda en sus caminos.
    Cuando comieres el trabajo de tus manos, Bienaventurado serás, y te irá bien.
    Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.
    He aquí que así será bendecido el hombre Que teme a Jehová.
    Bendígate Jehová desde Sion, Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida.
    Y veas a los hijos de tus hijos. Paz sea sobre Israel.

    La bendición de Dios sobre aquellos que le temen y siguen sus caminos se refleja en una familia próspera y fecunda. La esposa y los hijos son vistos como símbolos de la prosperidad y la felicidad familiar, con una promesa de bienestar y paz a lo largo de las generaciones. 

    Tito 2:4. que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos.

    La instrucción a las mujeres jóvenes para amar a sus esposos y a sus hijos subraya la importancia de cultivar el amor y el cuidado dentro del contexto familiar, asegurando la armonía y el bienestar del hogar. 

  4. El esposo debe amar a su esposa y darle honor como a vaso más frágil:

    Efesios 5:25. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.

    Este pasaje instruye a los maridos a amar a sus esposas con el mismo nivel de sacrificio y devoción con que Cristo amó a la iglesia, demostrando una forma de amor abnegado y protector.

    I Pedro 3:7. Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.

    Los maridos deben vivir con sus esposas con entendimiento y otorgarles honor, reconociendo su valor y tratándolas con respeto y dignidad, considerando también que son coherederas de la gracia de la vida. 

  5. La esposa debe amar a su esposo y estar sujeta a él: Tito 2:4. que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos.

    Este versículo subraya la necesidad de que las mujeres jóvenes aprendan a amar a sus esposos y a sus hijos, fomentando el amor y la armonía en el hogar. 

    I Pedro 3:1-5. Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,
    Considerando vuestra conducta casta y respetuosa.
    Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,
    Sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.
    Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos.

    Las esposas son exhortadas a someterse a sus maridos, llevando una vida casta y respetuosa que pueda ganar a los que no creen, y enfocándose más en la belleza interna y espiritual que en la externa, siguiendo el ejemplo de las mujeres santas del pasado.

  6. Los buenos esposos serán una bendición para sus esposas: Efesios 5:21-33. Someteos unos a otros en el temor de Dios.
    Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
    Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
    Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
    Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
    Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
    A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
    Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
    Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,
    Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
    Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.
    Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.
    Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.


    Para los esposos, el pasaje es muy detallado, ya que les pide que amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. Este amor es sacrificial y desinteresado, buscando siempre el bienestar y la felicidad de la esposa.

    Cuando un esposo sigue este modelo de amor y liderazgo basado en el ejemplo de Cristo, se convierte en una verdadera bendición para su esposa. Un buen esposo, que ama, respeta y cuida a su esposa de esta manera, promueve una relación armoniosa y feliz, llena de respeto y amor mutuo. Este tipo de esposo, por su comportamiento y dedicación, trae bienestar y alegría al matrimonio, siendo así una bendición constante para su esposa. 

  7. Las buenas esposas son una bendición para sus esposos.

    Proverbios 31:10-31. Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? 
    Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
    El corazón de su marido está en ella confiado, 
    Y no carecerá de ganancias.
    Le da ella bien y no mal 
    Todos los días de su vida.
    Busca lana y lino, 
    Y con voluntad trabaja con sus manos.
    Es como nave de mercader; 
    Trae su pan de lejos.
    Se levanta aun de noche 
    Y da comida a su familia 
    Y ración a sus criadas.
    Considera la heredad, y la compra, 
    Y planta viña del fruto de sus manos.
    Ciñe de fuerza sus lomos, 
    Y esfuerza sus brazos.
    Ve que van bien sus negocios; 
    Su lámpara no se apaga de noche.
    Aplica su mano al huso, 
    Y sus manos a la rueca.
    Alarga su mano al pobre, 
    Y extiende sus manos al menesteroso.
    No tiene temor de la nieve por su familia, 
    Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
    Ella se hace tapices; 
    De lino fino y púrpura es su vestido.
    Su marido es conocido en las puertas, 
    Cuando se sienta con los ancianos de la tierra.
    Hace telas, y vende, 
    Y da cintas al mercader.
    Fuerza y honor son su vestidura; 
    Y se ríe de lo por venir.
    Abre su boca con sabiduría,
    Y la ley de clemencia está en su lengua.
    Considera los caminos de su casa, 
    Y no come el pan de balde.
    Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
    Y su marido también la alaba:
    Muchas mujeres hicieron el bien; 
    Mas tú sobrepasas a todas.
    Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; 
    La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
    Dadle del fruto de sus manos, 
    Y alábenla en las puertas sus hechos. 

    La mujer virtuosa descrita en este pasaje es un modelo de diligencia, sabiduría y virtud, cuyas acciones benefician enormemente a su esposo y su familia. Su valor es inestimable, comparable a las piedras preciosas, debido a su confiabilidad y capacidad de generar bienestar. Su dedicación y trabajo arduo en la administración del hogar y en diversas actividades económicas aseguran la prosperidad y el sustento continuo de su familia. 

    Además de sus labores domésticas, la mujer virtuosa es empresaria, sabia en sus inversiones y previsora en el manejo de recursos. Su fuerza y dignidad le permiten enfrentar el futuro sin temor, mientras que su generosidad y compasión la impulsan a ayudar a los necesitados. Su sabiduría y enseñanza infunden respeto y admiración, tanto en su hogar como en la comunidad. 

    El esposo de una mujer así es conocido y respetado, beneficiándose de su sabiduría y gestión.

    La alabanza de sus hijos y su esposo destaca su excelencia en comparación con otras mujeres, enfatizando que la verdadera virtud reside en el temor de Jehová.

    Los frutos de su labor y las alabanzas en público reflejan el impacto positivo de su carácter y acciones, confirmando que una esposa virtuosa es una bendición incomparable para su esposo y su familia.

En conclusión ¿qué dice la Biblia sobre el matrimonio?

En este recorrido por las enseñanzas bíblicas sobre el matrimonio, hemos visto cómo esta institución sagrada es más que una simple unión entre dos personas. Hemos explorado qué dice la Biblia sobre el matrimonio: que es una institución divina establecida por Dios mismo, recomendada para el bienestar humano y adornada con honor y respeto.

Qué dice la Biblia sobre el matrimonio también incluye la condena de cualquier enseñanza que prohíba esta unión, resaltando su importancia y santidad. Hemos aprendido que el matrimonio es entre un solo esposo y una sola esposa, unidos de por vida, y que sus vínculos no pueden ser disueltos por tribunales humanos. Esta unión se caracteriza por el amor, la templanza y la responsabilidad mutua, reflejando una relación tanto terrenal como espiritual.

Finalmente, los frutos de este vínculo, los hijos, son una bendición divina, y tanto el esposo como la esposa, cuando actúan con amor y honor, se convierten en bendiciones mutuas. En resumen, qué dice la Biblia sobre el matrimonio nos revela una visión profunda y sublime de esta institución, destacando su propósito, su belleza y su perdurabilidad.