Muchos de los problemas de las parejas hoy radican en la no ejecución de lo que Dios ha estipulado para ellos, es decir, la ejecución de las responsabilidades del esposo y la ejecución de los deberes de la esposa.
En primer lugar, tanto esposo como esposa deben cuidarse de no hacer algo que afecte la relación de su cónyugue con Dios.
Si hay algo de parte del hombre que llegue a afectar la relación de su esposa con Dios, él debe abstenerse de ello.
Y lo mismo con la mujer: ella debe deponer cualquier cosa que afecte la relación de su esposo con Dios.
Esto es lo que implica: “someteos unos a otros en el temor de Dios”. Efesios 5: 21.
Veamos ahora lo que define la Biblia en cuanto a los deberes de la esposa.
“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor”. Efesios 5:22.
Sin embargo la sociedad presente está ampliamente en contra de aquel principio divino, siendo una de las razones primordiales las faltas en el varón de correctamente asumir su rol como buen esposo, en todo el sentido de la palabra.
Pero en la mente creativa de Dios, las casadas deben estar sujetas a sus maridos lo cual no implica en lo absoluto que Dios este esclavizando a la mujer al hombre.
Dios tiene una altísima estima hacia la mujer. Dios considera a la mujer como una tremenda perla de gran valor y es por ello que hace al hombre responsable de cuidarla, mantenerla y sustentarla durante todos los días de su vida. Dios entonces demanda una tremenda responsabilidad de parte del esposo hacia su esposa.
Y cuando una mujer ve en su esposo a su protector, a uno que verdaderamente la ama, la cuida y la sustenta, le resulta fácil someterse a él.
La sujeción de la esposa a su esposo, no se debe ver como una actividad humillante, como una esclava bajo el yugo y mando de él.
La sujeción de la esposa es una dotación divina como parte del diseño de Dios en la mujer como varona, (tomada del varón).
“Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”. Génesis 2:22.
Eso nos muestra el sentido de dependencia en la mente de Dios, en otras palabras, la mujer es del varón.
La sujeción de la esposa es por tanto una virtud de dejarse llevar gustosamente por parte de su esposo. Pero es importante entender el por qué esto es así.
Parte de la razón es porque la familia es una organización que demanda seguir directrices muy específicas para su éxito.
Sabemos que en una organización no puede haber dos cabezas o dos voces de mando.
En una empresa algunos mandan y otros se deben dejan guiar.
Y en la mente de Dios no implica que el que guie será mejor que los que se dejen guiar.
Gran parte del éxito o la gloria de una organización radica en aquellos que se dejan guiar, pero ello demanda una responsabilidad tremenda de parte de los que guían, quienes deben saber cómo hacerlo.
De igual forma, ambos aspectos dentro de la familia son sumamente importantes. Tanto la dirección, como los que siguen a la dirección.
Ese es el patrón divino, esa es la forma que él diseñó la familia.
Pero estos criterios chocan con las mentalidades de nuestra sociedad moderna en donde la mujer desde pequeña ha desarrollado o se la ha enseñado a desarrollar una mentalidad de independencia.
Y cuando ya esa niña crece, entra en la relación matrimonial con la misma mentalidad: la de independencia.
Y muchos pudieran decir que la independencia es necesaria por si acaso el hombre abandona a la mujer lo cual es comprensible.
Sin embargo, mantengamos en mente el aspecto de la configuración, es decir, ¿cómo Dios ideó el matrimonio?
En la mente de Dios tanto el hombre como la mujer deben primero tener una relación con Él para luego estar en las condiciones para llevar a cabo las responsabilidades que conllevan el matrimonio.
Cuando una mujer siendo soltera está realmente compenetrada con Dios, con el Espíritu de Dios morando en su interior y viviendo la vida santa como su patrón normal de vida, ella en ese estado entiende perfectamente su lugar dentro del matrimonio como aquella que se mantiene sumisa bajo la dirección del esposo.
Por eso es sumamente importante tener una experiencia real con Dios antes de contraer matrimonio porque fue Dios quien lo instituyó, y cuando él está fuera de la ecuación, el matrimonio no funcionará.
Y cuando decimos tener una experiencia real con Dios, no nos referimos meramente a decir: “yo estoy con Dios”, o “yo he sido bautizado en X o Y iglesia”. Nos referimos a la obra divina de salvación trabajando de forma plena en la vida del individuo.
Finalmente, es evidente que hay matrimonios quienes han perdurado sin Dios como su principal piedra de ángulo.
En algunos casos, el matrimonio perdura por intereses de uno u otro. Por ejemplo, permanecen juntos para evitar un caos en los hijos si llegan a separarse, o permanecen juntos por intereses económicos, o por el estatus social y las comodidades, etc.
Pero los deberes de la esposa y esposo inician en sus relaciones con Dios primeramente.
Escuche ahora el estudio denominado: El deber conyugal de la esposa.
Ver también: El deber conyugal del esposo.
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